
Ayer, mientras recorría los pasillos del Santa Rosa Mall en Bayamón, sentí que caminaba por las ruinas de una era que se desvanece. Este centro comercial, que alguna vez fue un espacio vibrante de consumo y encuentro, hoy es un reflejo de la crisis económica que atraviesa Puerto Rico. Locales cerrados con carteles de «Se Renta», restaurantes clausurados y una afluencia de visitantes reducida al mínimo, pintan un cuadro desolador.
Sin embargo, lo que más me sorprendió no fue la falta de clientes o el exceso de espacios vacíos, sino la presencia de robots de seguridad de la firma Knightscope. Estas máquinas patrullan los pasillos con sus sofisticadas cámaras de vigilancia, reemplazando la labor de los guardias de seguridad humanos. En un lugar donde la crisis ha provocado el cierre de múltiples negocios y la pérdida de empleos, resulta paradójico que la administración del mall prefiera invertir en tecnología de automatización en lugar de generar oportunidades laborales para los trabajadores locales.
El desplazamiento de la fuerza laboral humana por la automatización no es exclusivo de este centro comercial. En muchos supermercados y tiendas de conveniencia en la isla, las cajas registradoras automáticas han ido reemplazando progresivamente a los cajeros tradicionales. Empresas como Walmart, Sam’s Club y Walgreens han implementado estos sistemas con el argumento de optimizar costos, pero el resultado ha sido una reducción significativa de empleos en el sector minorista.
Incluso en los restaurantes de comida rápida, donde históricamente se han generado oportunidades de empleo para jóvenes y trabajadores de bajos recursos, la automatización avanza sin freno. McDonald’s y Burger King han introducido kioscos de autoservicio, reduciendo la necesidad de cajeros. En otros lugares del mundo, ya se están probando cocinas completamente automatizadas con robots que preparan hamburguesas, pizzas y otros platillos sin intervención humana. Si esta tendencia sigue expandiéndose en Puerto Rico, miles de trabajadores del sector de alimentos podrían quedar desempleados en los próximos años.
Pero el problema va más allá de la automatización. La crisis económica sigue golpeando con fuerza. Los salarios en Puerto Rico continúan siendo bajos y el costo de vida, cada vez más alto. Mientras los precios de los productos y servicios aumentan, los sueldos no reflejan ese ajuste, lo que deja a muchas familias en una situación de vulnerabilidad económica. La falta de oportunidades bien remuneradas ha llevado a una migración masiva hacia Estados Unidos, reduciendo la base de consumidores y agravando aún más la situación de los comercios locales.
En este panorama desolador, las grandes cadenas comerciales han aprovechado la crisis para consolidar su dominio en el mercado. Mientras los pequeños y medianos comerciantes luchan por sobrevivir, gigantes como Amazon han acelerado la transformación del comercio minorista, atrayendo a los pocos consumidores que aún pueden gastar. Comprar en línea se ha vuelto más accesible y conveniente que recorrer un centro comercial semivacío, donde las opciones son cada vez más limitadas.
Los centros comerciales vacíos no son solo estructuras de concreto sin uso. Son un símbolo del colapso de un modelo económico insostenible. Cada tienda cerrada representa una familia que perdió su sustento, un emprendedor que vio desmoronarse su negocio y una comunidad que se queda sin espacios de interacción y dinamismo.
La pregunta que queda en el aire es: ¿qué pasará después? ¿Estos espacios serán reinventados para servir a la comunidad o simplemente se convertirán en ruinas de un pasado más próspero? ¿Cuántos empleos más serán sacrificados en nombre de la automatización y la reducción de costos?
El Santa Rosa Mall es más que un centro comercial en decadencia. Es un espejo de lo que Puerto Rico enfrenta hoy. Si no tomamos acción, pronto habrá más espacios vacíos, no solo en los centros comerciales, sino en los hogares de quienes, cansados de la lucha, se ven obligados a partir en busca de una oportunidad que aquí se les niega.
El problema no es la tecnología en sí, sino quiénes se benefician de ella y a qué costo humano. La automatización debe ir acompañada de políticas que protejan a los trabajadores, que ofrezcan alternativas para una transición justa y que impulsen un desarrollo económico que no deje a nadie atrás. De lo contrario, Puerto Rico seguirá siendo un laboratorio de desigualdad, donde la riqueza se concentra en pocas manos mientras el pueblo enfrenta la precariedad y el abandono.
La decadencia del Santa Rosa Mall es un síntoma de una crisis mayor. La pregunta es: ¿estamos dispuestos a ignorarla hasta que sea demasiado tarde?







